🇯🇵 Viaje a Japón 2025: cómo se vive, se viaja y se respira bonsái

Hola, amigos. ¿Os apetece venir con nosotros a Japón?
No, no me he convertido en agencia de viaje, pero en este vídeo os invito a acompañarnos en un recorrido distinto: cómo se mueve uno por Japón, cómo son los hoteles, qué pasa cuando llegamos a un vivero y qué se siente viviendo el bonsái desde dentro del país donde nació este arte.

Además de árboles, hay muchas cosas curiosas que merece la pena ver. Así que, si os apetece conocer el Japón real —el de las calles, los trenes, las tradiciones y los viveros—, quedaos conmigo.


Primer destino: el Bonsai Village de Omiya

Acabamos de llegar a Omiya Koen, el famoso Bonsai Village, también conocido como el pueblo del bonsái.
A mí me gusta venir por esta estación. Se puede llegar también desde la de Toro, que es de la línea JR, pero esta ruta es más cómoda y directa.

Nada más salir, te encuentras con esas pequeñas escenas cotidianas que solo ocurren en Japón: chicas practicando tiro con arco, pasos a nivel que aún se bajan con campanilla incluida y esas calles tranquilas llenas de encanto.


El vivero del maestro Yayima

Nuestra primera parada fue el vivero del maestro Yayima, famoso por su colección de árboles caducos.
Es, sin duda, el mejor vivero de caducos de Japón.
Por desgracia, no se puede grabar dentro —la seguridad es estricta—, así que esto queda solo para nuestros ojos.

Allí conocimos a Sam, un aprendiz extranjero que lleva apenas seis meses y está viviendo el ritmo intenso del aprendizaje japonés.
Ojalá aguante sus seis años de formación.


Toyo-en y los viveros con historia

La siguiente visita fue Toyo-en, el vivero donde se formaron grandes maestros como Kimura o Shinji Suzuki.
Allí trabaja también el creador del canal BonsaiQ, que muchos conoceréis.
Sin embargo, tampoco pudimos grabar.

En Japón el tema de la seguridad y los robos ha hecho que muchos viveros prefieran mantener las cámaras apagadas.
Y es comprensible: cada árbol es una pieza única y de altísimo valor.


El maestro Yamada y su hija

Seguimos ruta hasta Seien, el vivero del maestro Tomio Yamada.
Su hija se ha hecho muy conocida en redes por su forma cercana y moderna de enseñar bonsái.
Organiza talleres más pequeños, muy enfocados al disfrute, donde muchas mujeres crean su propio bonsái en miniatura con musgo y pequeñas macetas.

La familia Yamada mantiene la tradición con un toque actual.
Y aunque aquí tampoco pudimos grabar, fue una de las visitas más inspiradoras del viaje.


El encanto de Mansen-en

Y por fin, llegamos a Mansen-en, uno de mis viveros favoritos y, sin duda, mi top de este año.
Allí vimos varios árboles ganadores del Kokufu, algunos recientes y otros históricos.
Lo mejor de Mansen es la rotación constante: los árboles cambian, se venden, vuelven, se transforman.
Cada visita es diferente y siempre te sorprende.

Entre los ejemplares más impresionantes vimos juníperos, carpes coreanos, arces de tres puntas y especies con cortezas viejas y madera increíblemente viva.
Y sí, los mosquitos también quisieron acompañarnos.

Consejo práctico: ¡no vengáis a Japón sin antimosquitos!


Curiosidades del viaje: hoteles, trenes y onigiris

Después de tantas horas de viveros, tocaba descansar.
El viaje en tren bala (shinkansen) fue largo, unas cinco horas.
Cenamos en el tren con los clásicos onigiris del 7-Eleven: bolas de arroz envueltas en alga con atún y mayonesa.
Sencillos, pero deliciosos.

Al llegar a Osaka descubrimos otra sorpresa: los hoteles estaban carísimos por la Expo de Osaka, así que nos tocó improvisar y alojarnos en un APA Hotel a las afueras.
Más caro de lo habitual, más pequeño… pero parte de la aventura.

Las habitaciones japonesas son todo un mundo:

  • Compactas al milímetro.
  • Con linternas junto a la cama, por si hay terremoto.
  • Y con un baño “de cápsula” que parece sacado de un avión.

La bañera es pequeña pero profunda. Te sumerges casi entero, como una croqueta, y te quedas tan a gusto.
En Japón el baño no es solo higiene, es ritual y relax.


La cultura del detalle

Una de las cosas que más me gusta de Japón es la importancia de los pequeños gestos.
Por ejemplo, el omiyage, ese regalo que llevas cuando visitas a alguien como muestra de respeto.
Compramos uno para entregar en el siguiente vivero, y el gesto fue muy bien recibido.
Son esas tradiciones las que hacen que todo tenga un significado.


Fujikawa Kaen: tradición y técnica

Nuestra siguiente parada fue el vivero Fujikawa Kaen.
Un espacio pequeño, con ambiente local y una atmósfera tranquila.
Allí predominan los pinos de cinco agujas, algunos injertados y otros en pleno proceso de formación.

Nos llamó la atención la precisión con la que colocan cada rama.
Todo está trabajado al milímetro.
El maestro y su aprendiz nos atendieron con amabilidad, y aunque hubo algunas dificultades con el idioma, nos entendimos.


Reflexión final

Japón siempre enseña.
Cada viaje es una mezcla de descubrimiento, respeto y sorpresa.
En este recorrido por Omiya, Mansen y Fujikawa hemos visto cómo tradición y modernidad conviven sin perder la esencia del bonsái.

Si te gusta viajar, tienes que ir.
Si te gusta el bonsái, también.
Y si te gustan las dos cosas… ya estás tardando.

Viajar a Japón te cambia la forma de ver el bonsái, pero también la forma de mirar el mundo.

 


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