En esta ocasión viajamos hasta la prefectura de Nagano, en Japón, para visitar el vivero del maestro Iura-san, un referente en el mundo del bonsái con quien mantenemos una larga relación de amistad y admiración. Gracias a su generosidad, hemos podido grabar y compartir con vosotros su trabajo, sus árboles y los secretos que guarda su jardín.
Puedes ver el video completo de esta visita y disfrutar de todos los detalles.
El jardín de Iura-san ha sido recientemente renovado, y hoy luce espectacular. Desde el primer momento, se percibe la mezcla perfecta entre tradición japonesa y técnica refinada.
Entre sus ejemplares más destacados se encuentran dos imponentes Juniperus (Itos ), con los que Iura-san ganó la prestigiosa Sakufu-ten:
Curiosamente, aquel año coincidí con él en Mansei-en, donde alquiló la mesa para poder exponer el árbol. Fue un momento histórico: su victoria en la Sakufu fue un reconocimiento merecido tras más de 30 años de trabajo con estos árboles, desde su recolección hasta el refinado diseño actual.
Entre las piezas del jardín destaca una maceta de Gyozan, elaborada a mano, de unos 70 cm de largo. Estas macetas son auténticas joyas. Gyozan solo acepta encargos selectos y sus precios se han disparado en los últimos años.
En mi web, davidbenavente.com, podéis encontrar macetas similares, con todas las medidas y detalles técnicos —interiores, exteriores, autor, peso, etc.— para facilitaros la elección del recipiente perfecto para vuestros trasplantes.
Una de las características más fascinantes del vivero de Iura-san es que no solo compra y vende bonsáis, sino que los forma a partir de injertos sobre Yamadori o porciones sin formar.. Esto lo diferencia de la mayoría de viveros japoneses actuales.
Iura-san domina el arte del injerto, una técnica que su familia lleva perfeccionando desde generaciones. En su vivero se pueden ver árboles injertados con variedades de hojas más pequeñas y compactas, como el Nasumusume, lo que permite mejorar la calidad estética y el valor de cada ejemplar.
Estas técnicas no solo se aplican en las ramas, sino también en las raíces. A veces, un único tronco se aprovecha para obtener varios bonsáis mediante injertos de rama y raíz, multiplicando así el potencial de cada árbol.
“Aquí todavía se produce. No se trata solo de comerciar, sino de crear bonsáis desde su origen.”
Muchos de los árboles del vivero provienen de Juniperus rigida, una especie menos valorada comercialmente por su crecimiento rápido y su madera espinosa. Sin embargo, Iura-san injerta sobre ellos ramas de Juniperus chinensis itoigawa, más finas y compactas.
De esta manera consigue troncos potentes a un coste menor, combinados con el follaje fino y elegante del itoigawa. Es un trabajo que requiere habilidad, tiempo y una profunda comprensión de la fisiología del árbol.
En algunos casos, los troncos son divididos para obtener varios ejemplares. Se injertan raíces, se tallan cortes y se corrigen las líneas del diseño. Cada árbol cuenta una historia de transformación paciente.
Más allá del trabajo técnico, el jardín de Iura-san es un lugar de contemplación. Cada rincón está lleno de pequeños detalles:
Cada elemento está pensado para integrarse con el entorno. El conjunto refleja la estética wabi-sabi: la belleza de lo sencillo y natural.
En Japón, los viveros de alto nivel se protegen con sofisticados sistemas de seguridad. Desde hace años se vienen registrando robos de bonsáis muy valiosos por grupos organizados en viveros de alto nivel. Estos van destinados al mercado negro internacional, especialmente Vietnam.
Recuerdo el caso de un bonsái robado en Mansei-en. Gracias a la colaboración de profesionales y aficionados en redes sociales, pudimos rastrear a los responsables y localizar el ejemplar, aunque al final no se logró su recuperación debido a cuestiones legales internacionales.
Tras la visita al vivero, hicimos una parada en Don Quijote, una famosa cadena de tiendas japonesa repleta de artículos curiosos: desde snacks y cosmética hasta gadgets y recuerdos típicos.
Entre risas y descubrimientos —Kit-Kats de todos los sabores, mochis, bebidas exóticas y productos de belleza— fue un momento divertido que pone el broche ligero y humano a un día de intensa admiración por el arte del bonsái.
Visitar a Iura-san ha sido una experiencia inspiradora. En su jardín se respira respeto por el oficio, paciencia y precisión. Cada árbol es el resultado de décadas de observación, técnica y amor por la naturaleza.
Su trabajo nos recuerda que el bonsái no es solo estética: es cultura, tiempo y conexión con la vida vegetal.
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