Hace cinco años encontré este tejo en una jardinería, medio olvidado en una caja y prácticamente muerto. Seguramente procedía de la remodelación de algún jardín. Desde entonces lo he cultivado con paciencia, devolviéndole la vida: un buen cepellón, ramas vigorosas y fuerza. Ahora ha llegado el momento de trabajar la madera muerta, definir las venas y dar forma al esqueleto del árbol.
Cuando buscamos herramientas para bonsái, es fácil perderse entre foros, webs y miles de variantes: japonesas, chinas, imitaciones… En mi web davidbenavente.com encontrarás únicamente las herramientas que yo uso en mi trabajo diario. No hay cientos de modelos, solo las que realmente funcionan y que están en mi estuche. Así evitas complicaciones y vas sobre seguro.
El árbol presenta varios cortes de sierra y tocones que necesitan ser trabajados. Algunas zonas conservan corteza vieja y ennegrecida, otras muestran huecos y gines ocultos que conviene afinar. Solo con estos detalles ya hay trabajo para toda una mañana.
Lo primero es apartar el verde de la zona de trabajo, atando las ramas con alambre para protegerlas. Siempre uso guantes: la madera muerta implica golpes de maza, astillas y cuchillas peligrosas. Para empezar, empleo una maceta y un formón plano de ferretería, que me permiten desgarrar y ahuecar el tronco, eliminando la forma cilíndrica y creando movimiento.
Una de las técnicas más fascinantes es tirar de la hebra: arrancar fibras de la madera para resaltar la beta natural y dar textura y relieve.
En madera seca, el trabajo es más difícil y las hebras son pequeñas.
En madera viva, la flexibilidad permite sacar tiras más largas y crear volúmenes naturales.
El resultado es una superficie llena de relieves que transmite vejez y naturalidad.
Formón plano: ideal para seguir la beta y reproducir cortes rectos.
Gubias curvas: permiten vaciar y dar conicidad, creando huecos y múltiples puntas en los gines.
No hace falta un gran juego de gubias de bonsái; con un par de calidad de ferretería es suficiente para trabajar bien.
Antes de aplicar el chorro de arena, protejo cada rama y brote con tela o cinta de carrocero. La arena fina proyectada a presión puede dañar el verde, así que es fundamental cubrirlo. El chorro de arena limpia la madera, resalta las estrías y da un acabado espectacular.
El trabajo de madera muerta transforma un tronco recto y pesado en un árbol lleno de misterio y profundidad. Los volúmenes, capas y texturas cuentan la historia de un superviviente. La integración entre madera natural y madera trabajada crea un diálogo único.
En cuanto a la estructura, el verde se ha desplazado para destacar la madera, y las ramas se abren en abanico con naturalidad. Cada rama nace en la dirección correcta, sin superposiciones. El ápice se ha construido con equilibrio, dando estabilidad y consistencia al conjunto.
De un material bruto y olvidado ha surgido un bonsái con carácter, lleno de detalles y con una estructura sólida. El trabajo de madera muerta no solo embellece, sino que aporta autenticidad y hace que cada árbol cuente su propia historia.
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